En un pueblo llamado Coria (Cáceres), la fiesta (que, incomprensiblemente, y como suele ser habitual, está subvencionada por el ayuntamiento y declarada de interés turístico), consiste en acribillar a un toro (dos toros al día durante una semana) lanzándole unos dardos hechos mediante alfileres, y, cuando el animal ya está cubierto de estos proyectiles, mareado, asustado, exhausto, y dios sabe qué más, rematarlo con un tiro en la cabeza.
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